José Luis Gallego, periodista y divulgador ambiental.
El naturalista, escritor, periodista y divulgador ambiental, así como asesor en sostenibilidad, José Luis Gallego (Barcelona, 1964) participará en las jornadas del eForum Mallorca Experience (los días 19 y 20 de junio en Es Baluard Museu) coordinando la sesión Desafíos y soluciones en la era de la sostenibilidad ambiental y con la ponencia Renovables responsables: energía, territorio y naturaleza.
¿Qué opinión le merecen foros como el Mallorca Experience?
— En este caso, el objetivo del foro no es sólo mostrar los retos a los que nos enfrentamos, sino también las oportunidades. Es muy positivo que ponga el foco precisamente en las oportunidades. Dicho esto, es necesario un nuevo paradigma de desarrollo. El modelo está agotado y los recursos no son inagotables, como creíamos hace unos años. El nuevo paradigma debe basarse en un futuro más sostenible y seguro, dejando de pisar las líneas rojas del planeta.
Oportunidades, pero el panorama no es muy alentador.
— Para empezar, hay que decir que la crisis ambiental tiene dos patas: la crisis climática y la de la biodiversidad. La primera lleva 29 cumbres mundiales y la segunda, 14. Ya hay muchas voces pidiendo que se unan en una sola cumbre del cambio global. Ése debe ser el enfoque principal.
¿Qué oportunidades puede tener Baleares?
— Por ejemplo, al ser un territorio pequeño e insular, se le abre la oportunidad de las energías renovables. El modelo turístico precisa de abastecimiento a sus servicios y ése es un reto para las Islas. La ciudadanía de Balears ha empezado a movilizarse y ha señalado el semáforo en rojo. La Administración ha llegado tarde y ahora toma cartas en el asunto. Las respuestas sociales son admirables y los propios intereses turísticos y hoteleros reconocen que hay que avanzar hacia una economía sostenible. Conozco la Palma colapsada, en la que resulta imposible pasear.
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La Administración reacciona tarde, pero también lanza mensajes contradictorios. Un discurso habla de sostenibilidad y transiciones, y otro apuesta por ampliar puertos y aeropuertos.
— La gobernanza debe ser responsable. Hay que exigir a nuestros gobernantes altura de miras y no limitarse a cuatro años de legislatura. Y hay que exigirles, por supuesto, que promuevan el bien común. No conozco mayor bien común que el aire, el agua, la energía o el paisaje. El medio ambiente es demasiado importante para dejarlo únicamente en manos de los políticos. Soy un convencido de la alianza entre las empresas y la sociedad. La presión social es muy relevante. Y cada vez hay más empresas convencidas de que deben reducir su impacto. La insularidad de Balears añade retos a su gobernanza, que debe actuar con mucha prudencia y una vigilancia milimétrica del territorio. Así, Balears tiene retos en agua, residuos, energía, movilidad o saturación turística que pueden verse agravados por su condición insular. Si hay un territorio que tiene prestar especial atención a la sostenibilidad es el insular, a través de una economía responsable, sostenible y circular. La sociedad balear está cada vez más despierta, como la canaria. Están teniendo reacciones parejas.
Por decir eso o algo similar, se le puede acusar a uno de turismófobo.
— Sería injusto negarle al turismo su aportación de riqueza, bienestar y cotas de desarrollo, pero el modelo actual conduce al precipicio. Nos están llegando turistas de países no habituales. Hay que perseverar en el turismo sostenible, aunque el adjetivo esté muy quemado. En Balears, literalmente, el modelo no se sostiene. Y el Govern tiene que administrar la situación actual, en un territorio al límite, con soluciones responsables y urgentes.
El cambio climático no está por llegar, ya está aquí.
— Tenemos un problema de timing. El cambio climático va a un ritmo más rápido de lo previsto, pero nuestra adaptación va mucho más lenta. Si seguimos así, nos esperan escenarios muy poco confortables. Está en nuestra mano eludir los peores escenarios con reacción y cambios. Balears es un modelo encajable en la situación que estamos viviendo. Podemos asistir a playas menguantes por el aumento del nivel del mar, tener que cerrar las piscinas por falta de agua, un colapso en el tratamiento de residuos, sequías más severas y perdurables, una invasión de medusas porque el agua del mar está a más de 30 grados y, en definitiva, intensificación de los episodios meteorológicos extremos.
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Dejando negacionismos aparte, se nota que una parte de la sociedad se está cansando o hastiando de los mensajes sobre el cambio climático, como si prefiriera no querer saber nada.
— Las evidencias científicas son demoledoras. Hay que contar la verdad, por encima del ecoestrés o la ecoansiedad. No se trata de ser catastrofistas o alarmistas. Si a uno le detectan un cáncer, lo primero que le dicen es: ‘Deja de fumar, ya’. Me preocupa el ninguneo a la ciencia y tenemos que pensar en las generaciones futuras. La traición generacional con el mundo que dejemos puede ser de las mayores en la Historia de la Humanidad. La década actual es trascendental. Tal vez seamos la última generación capaz de girar la tortilla. A esas generaciones futuras ya sólo les dejamos la opción de la adaptación, no de la mitigación. Afortunadamente, los jóvenes están reaccionando. El aumento de la conciencia ecológica es incuestionable, imparable. El cambio climático es un desastre para todos, también para la economía. No es de izquierdas ni de derechas, ni del primer ni del tercer mundo. Es un reto de toda la Humanidad. Se nos viene encima. Podemos negociar entre nosotros, pero el cambio climático no negocia con nadie. Lo que sí podemos hacer es corregir sus inercias.