Imagen de uno de los prototipos desarrollados por Airbus para pequeñas rutas interurbanas | image: Efe
El turismo es uno de los puntales de nuestra economía. Lo es a nivel insular de una manera especialmente significativa, pero también a nivel nacional y cada vez más a nivel mundial.
Pero como toda actividad humana, el turismo tiene un impacto directo en el medio ambiente. En el delicado escenario en que estamos su impacto no puede ser despreciado, ya que esta industria supone casi un 10 % de las emisiones anuales de dióxido de carbono a la atmósfera. La mayor parte de estas emisiones están relacionadas con el transporte, por lo que una movilidad eficiente adquiere una importancia crucial para el futuro de la industria y por ende del planeta entero.
Dentro de la movilidad eficiente la aplicación de las nuevas tecnologías eléctricas es capital. Los campos en los que puede aplicarse son muy variados y no afectan solo al desplazamiento principal al lugar del destino, sino también a las actividades que en él se desarrollen. La industria aeronáutica ya se ha puesto en marcha para que los aviones volados por motores eco sostenibles sean una realidad en el plazo más breve posible.

Dentro de los desplazamientos en avión, los vuelos privados son especialmente contaminantes y se han puesto en el punto de mira de las administraciones. La emisión de CO2 para transportar a tan solo unas pocas personas es desproporcionada y se quiere frenar en seco. En ese escenario se realizó con éxito el primer vuelo, en 2022, de un jet eléctrico de características comerciales por parte de Eviation Alice eCargo.
Pero no solo hay que ir a lo más alto de la escala en lo que a transporte y movilidad se refiere. Cada vez hay más empresas que aplican los motores eléctricos a aspectos muy diversos de la industria del turismo. Los vehículos de mantenimiento, los típicos carritos de golf o los destinados a asistencia a personas con movilidad reducida tienen una larga tradición de moverse con electricidad, pero también se busca aplicar estos avances a los transportes urbanos e interurbanos así como a todas las necesidades que pueda tener el turista durante su estancia.

Dentro de la mejora del sistema de movilidad en el ámbito del turismo, son necesarias algunas transformaciones y mejoras del sector. Al margen de la creación de una red de puntos de recarga, que ha de ser de calidad y fácil acceso, es necesario potenciar también el uso de vehículos de bajo consumo, como bicicletas, así como incentivar a los visitantes para usar el transporte público. De la misma manera, se impondrá una mejora generalizada de la red de carreteras, así como de las estaciones de tren, aeropuertos o intercambiadores de transporte. Todo ello estaría encaminado a facilitar lo más posible la comodidad y eficiencia a la hora de llegar a un destino, sin importar su tamaño o tipología.
Más allá de los necesarios avances tecnológicos, se hace muy necesario un replanteamiento general de la industria. El sector del turismo es especialmente sensible a la calidad global del entorno en el que se desarrolla. Ciertos destinos se han visto especialmente potenciados en los últimos años, pasando de ser lugares con poca presión turística a verse desbordados, especialmente en temporada alta. Esto ha provocado un desequilibrio entre infraestructuras y dotaciones y la nueva realidad de la presión turística, y estos desequilibrios creados han tensionado el medio ambiente, la calidad de vida de los habitantes y también el grado de satisfacción general de los visitantes.
En lugares como España, con un turismo especialmente condicionado por las bonanzas de su clima, la mayoría de sus visitantes se concentran entre los meses de junio a septiembre. Este factor provoca un conflicto añadido: en puntos concretos se deben sobredimensionar las infraestructuras para atender a los picos de la demanda, lo que provoca un consumo de recursos desequilibrado y poco realista con la realidad social del resto del año. Pero también se corre el peligro opuesto, el mantener una proporcionalidad acorde a la media de uso en todo el año, puede acarrear una deficiente cobertura de las necesidades de los visitantes. La consecuencia directa, que todos hemos podido observar es, o bien la creación de dotaciones para la movilidad que pasan la mayor parte del año como estructuras fantasma, infrautilizadas, o bien la saturación de espacios que perjudica la imagen de un destino otrora idílico. Ante todos estos aspectos, que pueden llegar a ser muy delicados tanto para el medio ambiente, como para turistas y residentes, cabe adoptar medidas orientadas a favorecer el turismo sostenible en materia de movilidad.
Concienciar sobre lo positivo de unas vacaciones diferentes es una gran apuesta de largo recorrido. Se debe fomentar un turismo más cercano a la naturaleza, más relajado, sin abusar del coche. Potenciar el senderismo y los patrimonios culturales y naturales tendrá como resultado una menor presión sobre el transporte y una anhelada desestacionalización.