Daniela Otero.

Daniela Otero es la presidenta interina del Comité Mundial de Ética de ONU Turismo, el organismo de las Naciones Unidas encargado de la promoción de un turismo responsable, sostenible y accesible para todos. Otero, que ha vivido y tiene familia en Mallorca, cuenta con una dilatada experiencia en el sector como experta en el diseño de estrategias innovadoras para guiar a las empresas e instituciones en la mejora de resultados, incorporando siempre principios éticos y de sostenibilidad. Entre 2016 y 2022 fue, además, directora general de Skål International. El próximo día 20 hablará sobre turismo ético, responsable y sostenible en la segunda jornada del eForum eMallorca Experience 2024.

¿Diría que se está aplicando debidamente el Código Ético Mundial para el Turismo?
— La Asamblea General de ONU Turismo lo adoptó en 1999 como instrumento voluntario, no vinculante, para promover un desarrollo turístico sostenible. Este código contempla nueve principios para tratar de reducir el impacto del sector sobre el medio ambiente, el patrimonio y las sociedades. El código ha demostrado ser muy útil para promover buenas prácticas, tanto en el sector público como privado. Por eso, en 2015 se inició el proceso para convertirlo en una convención internacional que los países firmen y deban cumplir. En estos momentos, trabajamos en culminar este objetivo.

Inscríbete aquí para formar parte del cambio

Miles de personas han protestado en Mallorca y Canarias por los impactos de la la masificación. ¿Cómo analiza estas protestas, que ya son globales?
— Esa es la dicotomía: el turismo representa gran parte del PIB y del empleo de Mallorca, pero pone en peligro la convivencia. Los lugares más atractivos tienen este desafío, que ya es global. Cómo seguir generando crecimiento, pero trabajando de manera más sostenible el medio ambiente, la economía y la sociedad. La idea es entender cómo minimizar el impacto negativo y conservar el crecimiento económico. Es importante el rol del estado, que tiene la responsabilidad de planificar una estrategia adecuada para que los actores discutan cómo hacerlo. Lo que se pierda no se recuperará. Hay que gestionar de forma inteligente.

¿No cree que el modelo más extendido fomenta el ir a una ciudad pocos días para devorarla de forma superficial?
— La manera de viajar ha cambiado mucho en los últimos 50 años. Hubo una democratización del viaje que ha permitido a la gente conocer otros países, y eso es bueno porque al conocerlos te vuelves más tolerante. Sin embargo, la cara B se ha olvidado durante muchos años y hay que trabajarla. No hay una sola receta para solucionarlo y cada país tiene que encontrar su propia fórmula sin politizar, llegando a acuerdos de estado que se prolonguen en el tiempo al margen de quien gobierne. Hay regiones donde se concentran millones de turistas y hay que evitar concentrar a tanta gente en un mismo sitio porque, como les advertí a unos empresarios asiáticos, se puede morir de éxito.

En el discurso político y empresarial se habla del ‘visitante de calidad’, de alto poder adquisitivo, en contra del turismo de excesos. Eso excluye a gran parte de la población. ¿No le parece clasista? ¿No sería más apropiado hablar de visitante cívico?
— Por eso no se puede hablar solo del precio de un destino, que es una manera de cribar a los visitantes. Se ha hecho en Mónaco, pero para decidir esto tienes que tener una calidad muy alta de servicios e infraestructuras. No puedes pretender cobrar como un destino de hiperlujo si no tienes todo esto. Si cobras más, debes dar más. Lo que comentas es cierto: la democratización ha tenido que ver con el mayor acceso al viaje. Turista de calidad es el que respeta allá donde viaja, el patrimonio y los residentes. Hay que educar al turista porque ¿cuántas campañas se han hecho para el que nos visita? Hay que fomentar que aprendan sobre la cultural local, que la respeten y reduzcan el consumo de recursos, por ejemplo. Mallorca tiene una personalidad increíble, y no es solo turismo de lujo. Sí que tienes Portals y Port Adriano, pero la Isla es mucho más que eso. Hay un turismo rural y pueblos preciosos; se debe encontrar la manera de que no solo se aspire a atraer visitantes de lujo.

Se ha entrado en una carrera por elitizar los destinos y atraer a los visitantes más ricos. ¿Hay alguna estrategia para garantizar un turismo accesible para la mayoría?
— La sinceridad es lo más importante, lo peor es mentirnos. Y sé que es un tema muy complejo porque toca intereses económicos. Hay que trabajar con las empresas para tomar medidas, y ya hay buenos ejemplos, pero no se pueden replicar exactamente igual en todas partes. En Costa del Sol se creció de forma descontrolada y ahora está inmerso en un proceso para regularizar su urbanismo. La cosa es cómo se lo explicamos al turista. La persona que me cobró la tasa turística hace poco en un hotel de Mallorca, no me explicó para qué se usa ese dinero, y eso es vital. Escuché algún cliente preguntarse para qué tenía que pagarla. Si se expone con claridad, y cómo sirve para conservar el medio ambiente o los servicios, se paga de otro modo. Se requiere mayor transparencia porque ese dinero no siempre se invierte adecuadamente.

Consulta aquí el programa completo eForum eMallorca Experience 2024

En Pavones, Costa Rica, la comunidad sufista ha creado una oferta desde lo local. ¿Esos modelos son los que se deben copiar?
— Hay que mostrar cómo ayuda el turismo a la sociedad. Hay que trabajar aspectos como que el sector primario, por ejemplo, se beneficie vendiendo a los hoteles, que podrían ofertar esos productos de proximidad en sus propios restaurantes. Así se apoya el turismo gastronómico, enfocado en el producto local. Soy positiva y creo que se logrará.